Aprender a Aprender
Nada importante se aprende de un día para otro y no sacamos nada con poner(nos) mayor presión pues solo contribuirá a la frustración.
"Lo que pasa es que yo, realmente, no sirvo para esto", me dijo rápidamente mi hija mayor una vez que estábamos estudiando una asignatura en la que se encontraba enfrentando ciertos desafíos.
Habíamos empezado a estudiar unos pocos minutos antes y ella ya estaba llegando a la conclusión certera, casi irrevocable, de que no estaba estructuralmente en condiciones de aprender ese tema. Ni ahora, ni nunca.
Sin darse cuenta de que lo que estaba experimentando era parte natural del proceso de aprendizaje, que ha sido delineado de manera brillante por Stuart y Hubert Dreyfus y analizado en detalle en el excelente libro "Aprender a Aprender y la Navegación de los Estados de Ánimo", de Gloria Flores.
El modelo Dreyfus de aprendizaje en adultos describe 6 niveles de aprendizaje, desde Principiante hasta Maestro.
Pero, de manera más importante, reconoce que, en cada nivel, hay estados de ánimo que son más conducentes al aprendizaje y otros que lo limitan o, simplemente, detienen.
Por ejemplo, en el primer nivel, de Principiante, los estados de ánimo que contribuyen al aprendizaje son: perplejidad, asombro, confianza, autoconfianza y paciencia.
Mientras que los que limitan nuestro aprendizaje son: confusión, frustración, impaciencia, desconfianza, inseguridad y complacencia.
Es más, estos estados de ánimo no solo existen a nivel individual, sino también en los equipos y organizaciones, lo que nos permite explicar de mejor manera cómo podemos liderar para facilitar el aprendizaje (y el cambio) o, en caso contrario, limitarlo.
De hecho, una de las explicaciones típicas de por qué las personas no realizan los cambios que, incluso ellas mismas quisieran hacer, suele ser que se encuentran en su "zona de confort".
Sin embargo, como ha descrito brillantemente Oliver Burkeman en su libro "Meditaciones Para Mortales", la experiencia que tenemos internamente de la famosa "zona de confort" es que es tiene muy poco de confortable.
Y no podría ser de otra forma si lo que estamos experimentando es confusión, desconfianza, frustración e inseguridad.
En esos estados de ánimo no sirve de nada que nos den (o nos demos) argumentos perfectamente lógicos y racionales acerca de por qué debemos cambiar.
Seguramente, ya los conocemos e, incluso, estamos de acuerdo con ellos. Pero no vemos cómo salir de la trampa en que sentimos encontrarnos.
Por lo tanto, la pregunta clave para los líderes es cómo podemos mover a las personas desde esos estados de ánimo que limitan el aprendizaje hacia la perplejidad, asombro, confianza y paciencia.
Nada importante se aprende de un día para otro y no sacamos nada con poner(nos) mayor presión pues solo contribuirá a la frustración.
Mucho más útil es ayudar a la gente a visualizar cómo será su vida una vez que hayan logrado aprender y cambiar, conectarlos con experiencias positivas pasadas en ámbitos similares y acompañarlas en su proceso de aprendizaje con empatía, confianza y paciencia.
En el caso de mi hija, una sola clase con un profesor particular inició el proceso de autoconfianza necesario para darse cuenta de que tiene toda la capacidad para entender y aprender de ese tema y que tendrá el apoyo paciente necesario para llegar al objetivo que ella misma desea lograr.
Saludos,
Rodrigo
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